Pasivos Ambientales en el hogar: Actividades de gran impacto ambiental.
Por Sebastián Gómez Recio, Ingeniero Ambiental RUMM.
De acuerdo a la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés), un pasivo ambiental es “la obligación legal de hacer un gasto en el futuro por actividades realizadas en el presente y el pasado sobre la manufactura, uso, lanzamiento, o amenazas de lanzar sustancias particulares o actividades que afectan el medio ambiente de manera adversa”. En esa medida, un pasivo ambiental es toda actividad que realizamos en nuestra cotidianidad sin ser totalmente conscientes de sus repercusiones en el ambiente.
En nuestra vida diaria alcanzamos a reconocer problemáticas asociadas a daños ecológicos como incendios, deforestación, sequías y/o contaminación de fuentes hídricas, extinción de especies y pérdida de biodiversidad por su gran impacto en el territorio y en la población. Sin embargo, existen otro tipo de situaciones de menor escala como aquellas cosas que comemos, compramos, cuando nos transportamos y/o lavamos los dientes, que al multiplicar sus efectos por el número de personas que realiza dichas acciones, se convierten en una gran problemática.
La mayoría de colombianos estamos constantemente otorgando poder y responsabilidad en temas ambientales, sociales, políticos y/o económicos a personas y entidades externas a nosotros. La responsabilidad de los problemas y sus daños parecieran ser de alguien más, de un otro que no tuvo en cuenta los procesos necesarios para medir las consecuencias a futuro. ¡Que afirmación más falaz y más cómoda! En nuestro país entre el 70% y el 80% de la contaminación de los ríos viene de las actividades realizadas en los hogares (MinAmbiente, 2014) y en un porcentaje similar, la contaminación en el aire en las ciudades, corresponde al uso de transporte público y privado (El Tiempo, s.f.).
Creemos -aquellos que nos preocupamos un poco más sobre los temas ambientales- que sembrar un árbol o participar de jornadas de limpieza de ríos y/o reciclaje, son actividades que ayudan a construir ciudadanos ambientalmente conscientes y empoderados en dar soluciones al marco territorial. El tema ambiental es mucho más transversal en nuestras actividades diarias y estos ejercicios, son programas de cuello de botella que buscan una solución al final de todo el proceso, en vez de prevenir sus efectos. Frente a esto, nos encontramos con una “paradoja de ciudad”, una percepción urbana de los efectos del cambio climático diferente de la perspectiva de lo rural referente a la contaminación de los ecosistemas y la presión ejercida por cada uno de nosotros sobre los recursos naturales renovables.
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¿Qué pasaría si estuviéramos en medio de una zona semidesértica con poca vegetación y sin un río cerca? ¿Somos conscientes de que esa agua que compramos o nos llega por la tubería a nuestro hogar, está siendo tomada de otras partes y afectando otros ecosistemas? Pongamos un escenario, hace una temperatura de 33°C con una sensación térmica de 38°C -como el clima de Cúcuta, Norte de Santander- estamos en la ciudad y buscamos un lugar para refrescarnos; en el recorrido aparecen varias opciones: Está el restaurante de la esquina con aire acondicionado o incluso, un bebedero público donde nos podemos arrimar a tomar agua. ¿En qué momento de la acción estamos conscientes de la electricidad que consumimos, del agua que desperdiciamos, de la huella de carbono que generamos? En Colombia apenas 35 de los 1122 municipios tienen una Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR), solo por dar una referencia en el cómo podrían estar tratando esa agua que se va por el sanitario y sus contaminantes en el lugar donde vivimos.
Teniendo las mismas condiciones climáticas en una montaña o en la zona rural, la accesibilidad al agua es reducida o se necesita mayor gasto energético físico para conseguirla, la probabilidad de incendios es alta y la poca capa vegetal es lo suficientemente extensa como para dar sombra. En un escenario así, la percepción del cambio climático genera mayor compromiso por abastecer y cuidar con mayor control los recursos naturales.
Volvamos a los porcentajes anteriormente mencionados donde los hogares son los mayores causantes de la contaminación en los ríos y el aire. Nuestro consumo -más en lo urbano, que en la ruralidad- se convierte en el pasivo ambiental más grande que tenemos. Directamente somos causantes del 80% de la contaminación de los ríos; las viviendas vierten directamente por las tuberías a las cuencas hídricas grasas y aceites, detergentes y artículos de limpieza, desechos orgánicos e inorgánicos. Esto genera un aumento en la carga de Fenoles y en la Demanda Química de Oxígeno (DQO, indicador de toxicidad de las aguas residuales), elementos difícilmente tratables por métodos convencionales existentes en los municipios. Posteriormente la presencia de Fosfatos y Nitratos generan eutroficación, los cuales tienen la capacidad -debido alto grado contaminante- de enfermar las cuencas hídricas.
En el caso de la deforestación, daño ecológico asociado a actividades de ganadería y agricultura, convierte el suelo en gran catalizador de procesos abrasivos como lo son el uso del terreno para el ganado y monocultivo. Ambas actividades generan alteraciones que trascienden hasta las aguas subterráneas a través de procedimientos bioquímicos como lo son las modificaciones genéticas en los cultivos para mejorar la eficiencia en el crecimiento de la cosecha y, el uso de pesticidas y herbicidas para resistir las plagas y el cambio climático. El glifosato y el DDT (Dicloro Dibenzo Tricloroetano) ambos herbicidas y pesticidas mencionados con gran fuerza en este año, son encontrados en aguas subterráneas cercanas a grandes áreas de cultivos y sus efectos pueden generar problemas carcinogénicos, teratogénicos o mutagénicos en las poblaciones humanas, de flora y fauna.
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La paradoja de ciudad en los pasivos ambientales, pretende hacer un llamado de atención en las responsabilidades de cada uno de nosotros tiene con la adecuada administración de los recursos naturales renovables y no renovables. Soluciones prácticas de consumo y producción responsable serían reducir en la medida que se pueda el consumo de cualquier tipo de producto animal; informarse sobre la procedencia y disposición final de los productos que consumimos, usar sólo productos biodegradables certificados y participar activamente de estrategias que reduzcan la huella de carbono y la cantidad de residuos en los rellenos sanitarios.
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Referencias
- Ministerio de Ambiente (2014) Estudio Nacional de Aguas.
- EL TIEMPO (s.f.) Contaminación del aire: Un asesino que anda suelto.